A comienzos de la década de 1950 eran más las personas que abandonaban Chile que las que llegaban desde afuera, resultando en una tasa de inmigración negativa para nuestro país. Aunque este patrón era común en América Latina durante la época, Chile se destacaba como uno de los destinos menos atractivos para extranjeros debido a su lejanía y a las pocas oportunidades que ofrecía por ser una sociedad chica y cerrada.

Sin embargo, desde fines de los años 80 esa tendencia se revirtió. Las libertades individuales, la estabilidad política y las oportunidades socioculturales y económicas que Chile empezó a ofrecer durante los últimos 40 años hicieron que nuestro país se convirtiera rápidamente en un destino atractivo para los extranjeros que migran de sus países en busca de una vida más digna, a pesar de su lejanía.

Durante la segunda mitad de la década de 2010, la inmigración en Chile pisó el acelerador y creció a tasas nunca antes vistas, principalmente, de la mano de venezolanos, bolivianos y colombianos. Así, en 2022, los extranjeros residentes en Chile representaban el 8,2% de la población total.