La productividad de la economía chilena —medida como Productividad Total de los Factores (PTF): la diferencia entre la tasa de crecimiento de la producción y la tasa media de crecimiento de los factores utilizados para obtenerla (trabajo e inversión)— está en aprietos.

Entre 1986 y 2006, nuestra productividad creció de forma acelerada, con una tasa de 1,7% anual. Sin embargo, por ya casi 20 años, el crecimiento de esa productividad ha tomado la tendencia opuesta.

Las rigideces de nuestro mercado laboral —como salario mínimo alto, las 40 horas, excesivas indemnizaciones, leyes que entorpecen la convivencia laboral, entre otras— han encarecido el trabajo y la contratación de nuevos trabajadores, por lo que hacen menos eficiente la asignación de éstos en los distintos sectores del mercado. Así, además, se acelera la sustitución de trabajadores por máquinas, una tendencia que irá en aumento si los Estados siguen encareciendo el trabajo mientras las máquinas se abaratan. 

La educación en Chile está cada vez peor. Las malas reformas educacionales implementadas por Bachelet II no se han revertido, y el actual «terremoto educacional» generado por la pandemia, además de la actitud del Colegio de Profesores que generó que muchos niños salieran del sistema escolar, nos hace ser pesimistas respecto a la formación de capital humano que podría mejorar nuestra productividad. 

A esto se suma que la productividad no mejora porque hemos llegado a tener más de 400 trámites que afectan los procesos de inversión —según la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad (CNEP)— ralentizando el desarrollo de nuevos proyectos que impulsarían nuestra economía. Así, la «permisología» (pedir permiso al Estado para innovar) tiene estancadas a algunas de las industrias más importantes de Chile como la construcción y la minería.

Productividad Laboral

A comienzos de la década de los 70, la productividad de los chilenos —medida como el producto por hora trabajada— era mediocre, siendo más baja que el promedio de América Latina. Sin embargo, en los últimos 30 años, nuestra productividad superó ese promedio y, rápidamente, nuestro país se convirtió en uno de los más productivos de la región, llegando a ocupar el primer puesto en 2014. Desde entonces, nuestra productividad se ha estancado.

Ahora, comparado con países desarrollados, Chile tiene una productividad similar a la que tenían España y Nueva Zelanda hace 30 años y a la que Estados Unidos y Suiza tuvieron hace 60 años.