La actividad económica en Chile ha crecido alrededor de 150% desde 1996, lo que ha significado mayor producción de bienes y servicios, con más variedad para elegir, con mejor calidad y a precios más bajos. Lo anterior se debe a que, durante los años 1985 y 2013, la producción general de nuestra economía se volvió más eficiente gracias a que contábamos con un ambiente positivo para hacer negocios, que buscaba mejoras constantemente (con algunas excepciones), y con un mercado de capitales que generaba dinamismo y empleos. Nuestra economía crecía. Los chilenos, en general, nos volvíamos más productivos gracias a una mejor educación y nuevas tecnologías.

Ese crecimiento económico se puede observar en distintas áreas de nuestra economía, como en la producción y venta de bienes y servicios, la construcción, la minería y la energía.

Sin embargo, podemos observar cómo nuestra capacidad para producir en cada una de esas áreas se ha dificultado en los últimos años.
La incertidumbre económica, la falta de buenos acuerdos políticos para una eficiente regulación de nuestras industrias, el exceso de burocracia en la aprobación Estatal de nuevas inversiones y un ambiente poco amigable con los empresarios (además de impuestos más altos) han sido parte de las razones por las cuales nuestra economía ya no crece como antes.

Para avanzar hacia el desarrollo económico —que está fuertemente ligado a nuestro desarrollo personal— necesitamos resolver aquellas trabas que impiden que nuestra economía produzca a la misma velocidad que antes.