Durante los últimos 100 años, nuestra economía se multiplicó por un factor de 30, mientras que nuestros ingresos fiscales reales crecieron a más del doble con relación al PIB.

En general, a medida que una economía crece, también lo hacen las arcas fiscales porque los privados, es decir, las personas, pagan más impuestos. Eso se debe a una correlación bidireccional: a mayor productividad, mayor producción e ingresos y por lo tanto, mayor pago de impuestos. A su vez, a mayor desarrollo y producto, hay mejoras productivas y también se amplían las oportunidades de inversión a diferentes sectores e industrias. El crecimiento, por lo tanto, se traduce en una fuente de recaudación más grande para el Estado. Así, el informe de la Comisión Marfán (2023) estimó que cada punto de crecimiento del PIB generaría un aporte fiscal neto de casi US $600 millones.

Además, la composición de la recaudación fiscal de nuestro país ha evolucionado con el tiempo. Si bien en 2006 los ingresos fiscales provenientes de la exportación de cobre estatal (Codelco) llegaron a significar un quinto de los ingresos totales, en 2023 solo representaron el 1,7%. 

En los últimos años, otras formas de recaudación han tomado más relevancia, como los impuestos a las empresas. En este último destaca la relevancia del impuesto de primera categoría, correspondiente a los impuestos que pagan las empresas por sus ganancias. De hecho, en comparación con países de la OECD, la recaudación fiscal de Chile depende considerablemente más de lo que se recauda mediante impuestos a las empresas (corporativo).