Desde principios de la década de los 70s —cuando el comercio internacional chileno pasaba por uno de sus peores momentos— las exportaciones chilenas han crecido a más del doble en relación con la economía. Así, dándole mayor importancia al derecho de propiedad privada y con años de implementaciones de tratados de libre comercio con países de todo el mundo, las exportaciones llegaron a representar 31% del PIB en 2023. Esto ha ayudado a diversificar nuestra economía y a mejorar la vida de todos los chilenos.

Si bien las exportaciones de cobre han tenido un papel importante en la historia de Chile, su relevancia dentro de las exportaciones ha ido disminuyendo, al igual que el sector minero en general. En su lugar, nuestra economía comenzó a desarrollar más otras exportaciones donde tenemos una ventaja comparativa frente a otros países, como es el caso de las exportaciones de productos industriales como el salmón, el vino y algunos productos químicos. Además, hemos aumentado la sofisticación de nuestra exportación de servicios, entre los que destacan los financieros y los personales, culturales y recreativos.

Durante mucho tiempo, políticos, académicos y activistas han acusado a Chile de ser una economía que no agrega valor a sus exportaciones. Utilizan, además, un término que no tienen un sentido claro más que ser peyorativo: «extractivismo». Sin embargo, la creciente sofisticación de nuestra economía y de nuestras exportaciones hace que estas afirmaciones sean cada vez menos ciertas.

Por ejemplo, desde que existen registros, la economía chilena se ha enfocado en aprovechar sus diferentes ventajas comparativas en relación con resto del mundo, generando así industrias sostenibles en el tiempo, y no meras burbujas industriales creadas con subsidios estatales que no agregan real valor, como lo fueron los autos fabricados en Arica y otras «industrias falsas» que lo único que hacen es mal utilizar —botar— los impuestos que pagamos todos los chilenos en beneficio de unos pocos. Pocos que, además, son quienes los políticos eligen a dedo.

Una de las ventajas comparativas de Chile se da por la abundancia de recursos naturales mineros existentes en sus suelos. Sin embargo, la economía chilena ha sido capaz de descubrir y generar otras ventajas comparativas en otras industrias, disminuyendo cada vez más la relevancia de los recursos mineros entre las exportaciones. De hecho, las exportaciones mineras pasaron de representar casi 90% de las exportaciones totales en 1960 a solo 55% en 2023.

Parte de esa disminución se explica por un creciente énfasis en las exportaciones nuevas o más sofisticadas, como las de carácter industrial, agropecuario y de servicios.

Además, no es cierto que las exportaciones chilenas carecen de valor agregado, pues incluso la extracción minera necesita de rigurosos procesos de limpieza y purificación antes de ser vendida al extranjero. Según el Banco Central (2016), un 77% de lo que Chile exporta corresponde a un valor que se agregó sobre bienes importados hacia nuestro país, lo que es equivalente a casi un tercio de nuestra economía.