Uno de los sectores económicos que se vio más afectado por la pandemia de 2020 fue el turismo. El cierre temporal de las fronteras y las restricciones de movilidad dentro de Chile llevaron el flujo de turistas nacionales y extranjeros a niveles prácticamente nulos durante 2020-2021, ralentizando una industria que, según estimaciones oficiales, significaba el 3,3% de nuestro PIB en 2019.
A la vez que esos cierres y restricciones fueron relajándose, la industria del turismo comenzó su recuperación gradual. Así, en octubre de 2024, la cantidad anual de turistas que llegaron a Chile desde el extranjero fue prácticamente la misma que llegó en 2019. Esta recuperación, está muy posiblemente influenciada por la reciente llegada de turistas argentinos que ahora experimentan un tipo de cambio mucho más favorable que hace algunos años.
A pesar de lo anterior, la industria turística en su totalidad se encuentra en uno de sus puntos más débiles de la última década excluyendo el período de pandemia. Eso se debe, principalmente, a que el turismo local —residentes de Chile que viajan dentro del país— no ha vuelto a ser lo que era antes de 2020. Según la literatura económica, el deterioro del turismo local en países de ingresos altos —como lo es Chile relativo al resto del mundo— está fuertemente ligado al alza de la incertidumbre económica, ya que ésta se traduce en menores ingresos disponibles para los ciudadanos de esos países. Es decir, la alta incertidumbre, por diferentes motivos, conlleva a que los chilenos ganemos menos y, por ende, decidamos guardar nuestro dinero en vez de gastarlo en viajes.
Como ha sido reconocido en múltiples ocasiones por medios internacionales, Chile tiene un gran potencial turístico que está subexplotado. En 2022, por ejemplo, Perú y México recibieron ingresos de turistas extranjeros por el doble y más del triple que Chile, respectivamente, en relación con el PIB.
Sin embargo, incluso frente a esas naciones conocidas por la importancia de su actividad turística, Chile no se queda atrás en cuanto al atractivo y competitividad de sus paisajes naturales. Por ejemplo, el Parque Nacional Torres del Paine —cada vez más dependiente de las visitas de chilenos que de extranjeros— ha recuperado su flujo turístico más rápido que el Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu.