Durante la pandemia, nuestra economía se desaceleró y muchas personas perdieron sus trabajos. Si bien esos empleos comenzaron a recuperarse paulatinamente a medida que se estabilizaba la crisis sanitaria, nuestra economía aún no alcanza la tasa empleo de 58,3% que tuvimos en 2019, antes de la crisis violenta de octubre. De hecho, a octubre de 2024 todavía faltan casi 320 mil empleos para recuperar si nos comparamos con nuestro mercado laboral prepandémico.

El resto del mundo —que también lidió con los efectos económicos de la pandemia— logró recuperar su mercado laboral en 2022, pero Chile aún no logra ponerse al día. Es más, desde mediados de 2022, nuestra deteriorada economía ha incluso desalentado la búsqueda de empleo para alrededor de 150 mil personas que están en edad de trabajar y quieren trabajar, pero que, ante la dificultad de encontrar trabajo se han rendido en su búsqueda (concepto conocido como trabajadores inactivos potencialmente activos). 

El trabajo no solo genera ingresos monetarios a las personas y familias, lo que les permite vivir y disfrutar, sino que también le entrega sentido a sus vidas. Es, además, uno de los motores del crecimiento económico —el otro motor es la inversión—. Por ello, es clave eliminar rigideces laborales como incrementos del sueldo mínimo, reducción abrupta de la jornada laboral e indemnizaciones excesivas, y en su lugar, avanzar hacia un mercado laboral más libre: con mayor flexibilidad horaria y de contrato que permita una asociación más fluida entre empleados y empleadores.