Entre 2003 y 2012 se vivió lo que se conoce como el boom de precios de los commodities.* Para Chile, esto significó precios del cobre alrededor de tres veces más altos, expandiendo nuestras exportaciones e impulsando a nuestra economía. Sin embargo, Chile ya había logrado tasas altas de crecimiento incluso antes de 2003, en gran parte, gracias a que en nuestro país se respetaba el Estado de Derecho, había menos incertidumbre, y no había el nivel de animadversión contra la empresa y los empresarios que experimentaríamos en las décadas siguientes: la inversión era bienvenida y no espantada. 

Aun así, el impacto del boom de precios de commodities fue tal que, en el año 2006, más de un quinto del total del PIB chileno se explicaba por las exportaciones de cobre. Esto, a su vez, impactó en la recaudación fiscal que el Estado obtenía a través de Codelco (empresa minera del Estado) y de los impuestos que paga la minería privada, llegando a explicar, por ejemplo, más de un tercio de la recaudación total en 2006, cuando, históricamente, estos ingresos apenas representaban alrededor de 6% del total. 

Estas alzas de precios nunca son para siempre, por lo que es crucial que nuestros políticos sean sometidos al más alto nivel de exigencia y responsabilidad con las platas públicas. Así lo hizo Chile durante los años del boom general de 2003-2012, cuando, mayoritariamente, se ahorraron los ingresos extraordinarios, gastando solo parte de esos ahorros durante la crisis subprime de 2008.  

Los fenómenos como el boom general de 2003-2012 y, más recientemente, el de los altos precios del litio, hacen que los políticos se tienten a aumentar el gasto, tal como lo hizo el gobierno actual, al gastar gran parte de los ingresos extra del litio en un traspaso de CORFO a Hacienda. Esos gastos, al ser permanentes, no son sostenibles en el tiempo y solo terminarán aumentando nuestra deuda pública, cuyas cuotas e intereses pagamos todos los chilenos con nuestros impuestos. En tiempos de bonanza, lo prudente es ahorrar, no gastar. 

*Término anglosajón que se refiere a bienes primarios o materias primas que se comercializan en los mercados globales sin diferenciación significativa entre productores (eg. oro, café, petróleo, cobre, celulosa, etc.).