Durante el transcurso de las últimas cuatro décadas, la masa monetaria se triplicó en relación a nuestra economía. Gracias a que ese aumento ha sido de forma gradual (al menos hasta antes de la pandemia), eso no significó alzas desmedidas de nuestra inflación. De hecho, el aumento de la masa monetaria que se destinó a ahorros de más largo plazo (M3 sin M2) permitió a Chile robustecer su mercado de capitales, significando mayor desarrollo de la inversión, con de tasas de interés de largo plazo más bajas para los emprendedores y las familias chilenas.

No obstante, el rápido incremento de la parte más líquida de la masa monetaria durante la pandemia (por retiros de AFP y exceso de ayudas estatales) significó un rápido incremento en la inflación durante esos años que, recién parece alcanzar estabilidad a fines de 2023. Aunque M2 —forma líquida del dinero— no es la herramienta más exacta para predecir la inflación, sí es un buen indicador de la tendencia que tomarán los precios. En 1973, por ejemplo, el mayor incremento de M2 en la historia de Chile (362% anual) calzó con la mayor tasa de inflación que hemos experimentado en el país (606% anual).